EL COLLAR
Como cada fin de semana, Madame Loisel paseaba por los barrios ricos de París imaginándose cómo sería su vida viviendo en esas casas tan caras y gigantes. En ese momento se encontraba en un parque al lado del río Sena. Las vistas eran magníficas. Alguien le llamó. Al principio no logró reconocer quién era, pero luego se dio la vuelta y la vio. Era Madame Forestier. Había pasado por lo menos una década desde que estuvo con ella por última vez, cuando le entregó ese maldito collar que le causó tanta desgracia.
Se sentaron en un banco. Forestier le hizo todo tipo de preguntas. Una de ellas era por qué se había mudado. Tan obsesionada con la riqueza, respondió que a su marido le habían ofrecido un trabajo mejor y ahora vivían en un chalet. Su amiga se alegró. Estaban a punto de irse cuando, súbitamente, ésta espetó:
- ¡Ah! que tonta soy, se me olvidaba lo más importante... Es sobre el collar que te dejé para la fiesta del ministerio,¿ te acuerdas?
En ese momento, el corazón le dio un vuelco. Se paró a pensar: ¿Se habrá enterado de que esa cadena no era la suya? A lo mejor piensa que soy una ladrona y me he quedado con ella para venderla. O lo mismo piensa que soy un desastre, que se me ha perdido y le he comprado otra para disimular, aunque...
No pudo pensar más porque Forestier le hizo un gesto con la mano. Se había quedado embobada.
-Bueno, a lo que iba, una semana después de que me entregaras el collar vino mi marido a casa con otro idéntico. Me dijo que lo había encontrado en la puerta del Ministerio. Lo había cogido porque sabía que era mío.
Loisel no dejó que acabara. Decidió contarle toda la verdad. Su amiga no se sulfuró, es más, dijo que le era indiferente, cosa que le pareció extraña. Luego, fueron a su casa para coger la joya hecha con tanto esmero que tiempo atrás había comprado. La vendió en seguida. Sacó el suficiente dinero como para comprar otra casa.
Por primera vez en muchos años no estaba consternada por la vida que tenía. Aprendió una lección de la que nunca se olvidó:"Hay que intentar ser feliz con lo que se tiene y no desear lo imposible porque en la vida lo importante no es lo material"
EL HOMBRE LOBO
EL HOMBRE LOBO
Cada vez la respiración era más fuerte, como si el ser vivo que la provocara se estuviera acercando hacia ella. Notó un pequeño roce en sus piernas. Había algo enfrente a ellas. Era peludo, le llegaba a las caderas. Súbitamente un mutismo llenó la habitación. Norma aprovechó para preguntar por última vez si Paul estaba allí aunque ya sabía que no. Con mucha cautela intentó buscar el interruptor de la luz. No lo encontró. Estaba empezando a ponerse nerviosa e incluso histérica. Había perdido el resuello. Pero eso no era lo peor. La respiración se oyó de nuevo. Esta vez más fuerte que nunca. De repente, se abalanzó sobre la mujer una criatura muy vigorosa. Era un perro, de más o menos un metro y cuarto de alto. Gritó lo más fuerte que pudo. Le había mordido la yugular. Se estaba desangrando. Abrieron la puerta y encendieron la luz de aquella habitación. Era Paul, por suerte. Norma yacía ahora en el suelo. Su amante la cogió en brazos.
- ¿Cómo has podido entrar aquí, en el desván? ¿Cómo se te ha podido ocurrir? Aquí es donde tiene mi mujer su Rottweiler que entrena para matar a las personas que vienen a robar a casa. - Dijo Paul con lágrimas en los ojos. - No me lo puedo creer...Norma no pudo hablar. Expiró. Su amante, consternado, no sabía qué hacer pero finalmente decidió dejar a Norma en una cama y llamó a la policía. Los agentes se encontraban hablando con Paul cuando Sylvia llegó a casa. Ésta fingió sorprenderse al saber lo que le había sucedido a la amante de su marido. Éste decidió contarle a Sylvia y a los policías que Norma era su amante. Aquella no se inmutó. Es más, se le escapó una pequeña sonrisa que nadie pudo ver.
Ahora, los agentes han abierto una investigación. Pero no de Sylvia , si no de Paul. Piensan que podría no ser un accidente y que, al fin y al cabo, era él el único que se encontraba en la casa, con ella.
OBSERVADORA
Cuando he llegado por la tarde todo estaba más tranquilo y ya se habían marchado todos los periodistas. Ahora estoy mirando por la ventana. La casa de los vecinos está igual que ayer a las 7, cuando miré por última vez. Me pongo un poco triste cuando pienso que la vecina de enfrente ha sido asesinada por su marido. Mi mamá me ha dicho que eso se llama violencia de género y que pasa muy a menudo. También me ha dicho que intente no pensar en eso pero no puedo evitarlo. 20-11-88
Hoy ya es miércoles. Acabo de venir del colegio. Esta noche no me he podido dormir. He estado pensando en el asesinato de la vecina De repente, tumbada en la cama, me acordé de que por la noche, cuando discutieron, había oído una voz femenina que no reconocía. También oí la voz de la vecina y de su marido. Estaban todos gritando y discutiendo. Luego, retrocedí, pensando que había visto aquella noche algo que no era normal. Estuve pensando mucho hasta que lo descubrí. Por la noche, alrededor de las siete, miré a la ventana. Estaba abierta. Luego volví a mirar después de estudiar, a las nueve y seguía igual. Ayer no lo conté en el diario porque me parecía una tontería pero ahora, que se que todo es mentira... Mis amigas me dicen que soy una buena detective y ayer descubrí que era verdad: me di cuenta de que un ladrón había entrado a casa de los vecinos por la ventana abierta y que había asesinado a la mujer. Luego, intentó matar con una pistola a su esposo. Ahí es cuando oí esa palabra, ya sabéis, la que empieza por p...
Mañana se lo diré a papá. Aunque no creo que me crea porque siempre está diciendo que tengo mucha imaginación 22-11-88
Ayer no pude escribir en el diario porque tenía que estudiar muchísimo. Le dije a mi papá lo que pensaba sobre el asesinato de la vecina. Al final me creyó pero tuve que insistir mucho para que se lo dijera a la policía. Fui con él a comisaría. Nos dijeron que habían ido a la cárcel a hablar con el vecino. Él le dijo a los policías que no había asesinado a su mujer. Le contó lo que yo ya sabía: que había sido un ladrón. No le creyeron hasta que les dije lo de la tercera voz que se oía en la habitación. Después de salir de comisaría mi papá me dijo que gracias a mi el vecino no pasaría veinte años en la cárcel por algo que no había hecho. Me alegré muchísimo. Desde ese momento supe lo que quería ser de mayor: detective.
13-8-2000
Acabo de encontrar este diario en el que escribía cuando era pequeña. Lo he leído entero. Todavía me acuerdo de aquellos días. Ya sabía perfectamente qué quería ser de mayor y nunca he dejado de perseguir mi sueño. Ahora, con 25 años, ya soy detective y me alegro de haber seguido el camino que siempre había quise tomar. Escribo esto con la esperanza de volver a encontrarme este diario dentro de diez años y recordar cómo empecé a darme cuenta de lo único que quería ser de mayor.
Firmado: Mónica Álvarez.
LA PATA DE MONO
Lo raro era que podían oír la voz de su hijo e incluso notaban su presencia. Pedía, angustiado, a sus padres que hicieran algo para ayudarle. La madre, desesperada, subió a su habitación y cogió el amuleto de nuevo. Pidió que devolvieran a su hijo en las mismas condiciones en las que estaba el día antes de tener el accidente, y a cambio, guardaría el
Pasaron dos horas. De repente, oyeron unos golpes en la puerta. Bajaron corriendo, y con la esperanza de encontrarse a su hijo sano y salvo. Sintieron un alivio enorme cuando le vieron. El hijo se encontraba muy asustado y sollozando. Se abrazó a sus padres. No podía dejar de llorar. La señora White hizo lo prometido: guardó el amuleto en lo más profundo y escondido del armario de su habitación.
Pasaron 80 años. Cuando el hijo murió, vendieron la casa a una agradable familia. La mujer subió a la planta de arriba a desempaquetar sus cosas, fue allí donde se encontró, en el armario, el talismán que tantos problemas había dado hacía varios años. Ella ahora está muerta. Lo que nadie sabe es lo que pidió aquel día para acabar así.
RELATO 15
- Eddie, se que me detestarás por esto, pero dime: ¿la mujer de ese individuo no le dejó para irse con un trompetista?
- Sí, es cierto. ¿Cómo lo sabe?
- Espero que no te enfades cuando te diga esto pero... Durante años me he comido la cabeza haciendo buenos guiones para ganar concursos como el PAAGS y como comprenderás, poco a poco se me van acabando las ideas.
- ¿Qué me quieres decir con esto, Jerry? - le interrumpió con un tono asustado.
- Que sé exactamente todo lo que le ha ocurrido a Harry durante toda su vida porque yo escribí un guión igualito para otra persona. Te copié Eddie... Lo llevo haciendo desde hace muchísimos años. Cada fin de semana, cuando estás fuera con tu mujer, voy a tu oficina y leo todos los guiones que has hecho durante ese tiempo. Dime, ¿nunca te has preguntado por qué algunas personas son tan parecidas a otras o por qué nos gustan las mismas cosas? Pues bien, eso no es cosa del destino, ni de la casualidad. Eso es cosa mía. Espero que no me odies por eso, y que lo entiendas.
- ¿Sabes? No importa. Lo que me has dicho me ha hecho reflexionar en una cosa que debería de haber hecho hace años. Me he dado cuenta de que no quiero escribir más guiones porque nosotros no tenemos derecho a controlar toda la vida de una persona. Cada vida debe ser única y cada persona puede hacer lo que quiera con ella. Lo dejo Larry, lo dejo para siempre y tu deberías de hacer lo mismo.
Al acabar la conversación telefónica, Eddie dejó de escribir el guión de Harry. Ahora éste podía hacer lo que quisiese en su vida. Decidió llevar a su hijo a un psicólogo que le ayudó a dejar las drogas, fue al médico, que le quitó el uñero y en cuanto a su mujer, se enteró que el trompetista pertenecía a una banda Nazi y lo dejó, volviendo con Harry. Había resuelto sus problemas por su cuenta. Entonces aprendió una lección: "Lo mejor de la vida pasa cuando nadie lo planea."
RELATO 13
Estúpido chiquillo, no podías dejarme en paz, ¿eh? Pero no te imaginabas lo que podría llegarte a suceder.
Cuando llegó la ambulancia, Margaret simuló que todo había sido un accidente. Nadie sospechó nada. Estaba tan entretenida que llegó tarde a recoger a su hermano. Le explicó a éste todo lo sucedido. Incluso se atrevió a contarle que ella había sido la culpable de la muerte del chico, ya que tenían mucha confianza entre ellos.
-¡Pero tú estas loca! ¿Cómo se te ha podido ocurrir?
- Entiéndeme, Bill. Era un pesado y tú ya sabes que esas cosas no las aguanto. Además, ¡entró a nuestra casa y me quitó el pañuelo!
- Te entiendo pero ya sabes lo que puede pasar si te pillan. Me quedaré solo, no tendré a nadie que me cuide. Y si vuelvo con mi novia seguro que me rechaza, ya me dio una oportunidad.
- Tranquilo, eso no va a ocurrir, confía en mi.
Cuando por fin llegaron, se encontraron con su casa llena de policías, periodistas, médicos... y no se fueron hasta la hora de cenar.
Pasados 3 días, Bill y Margaret decidieron ir al funeral del niño. Mientras se paseaban por el cementerio, una mujer les llamó por detrás.
-¿Sois ustedes los dueños de la casa en la que mi hijo murió?
-Sí, señora. -Respondió Margaret a la vez que ella y Bill se daban la vuelta.
De repente, la mujer gritó:
-¿Bill, eres tú?¿Mi hijo murió en tu casa?
El hombre estaba bastante sorprendido porque se había encontrado a su exnovia. y, además, el hijo de ésta se había muerto por culpa de su hermana. Bill no sabía que hacer, si llamar a la policía o callarse para siempre. Una semana después hizo lo que pensaba que era lo correcto. Llamó a los policías y detuvieron a Margaret. Desde ese momento, se fue a vivir con su novia que, al no estar su hermana, le dejó irse a su casa.
Cuando llegó la ambulancia, Margaret simuló que todo había sido un accidente. Nadie sospechó nada. Estaba tan entretenida que llegó tarde a recoger a su hermano. Le explicó a éste todo lo sucedido. Incluso se atrevió a contarle que ella había sido la culpable de la muerte del chico, ya que tenían mucha confianza entre ellos.
-¡Pero tú estas loca! ¿Cómo se te ha podido ocurrir?
- Entiéndeme, Bill. Era un pesado y tú ya sabes que esas cosas no las aguanto. Además, ¡entró a nuestra casa y me quitó el pañuelo!
- Te entiendo pero ya sabes lo que puede pasar si te pillan. Me quedaré solo, no tendré a nadie que me cuide. Y si vuelvo con mi novia seguro que me rechaza, ya me dio una oportunidad.
- Tranquilo, eso no va a ocurrir, confía en mi.
Cuando por fin llegaron, se encontraron con su casa llena de policías, periodistas, médicos... y no se fueron hasta la hora de cenar.
Pasados 3 días, Bill y Margaret decidieron ir al funeral del niño. Mientras se paseaban por el cementerio, una mujer les llamó por detrás.
-¿Sois ustedes los dueños de la casa en la que mi hijo murió?
-Sí, señora. -Respondió Margaret a la vez que ella y Bill se daban la vuelta.
De repente, la mujer gritó:
-¿Bill, eres tú?¿Mi hijo murió en tu casa?
El hombre estaba bastante sorprendido porque se había encontrado a su exnovia. y, además, el hijo de ésta se había muerto por culpa de su hermana. Bill no sabía que hacer, si llamar a la policía o callarse para siempre. Una semana después hizo lo que pensaba que era lo correcto. Llamó a los policías y detuvieron a Margaret. Desde ese momento, se fue a vivir con su novia que, al no estar su hermana, le dejó irse a su casa.
RELATO 7
Coincidía con el sargento sobre el riesgo corrido, y sobre el más inteligente de los asesinos psicópatas del mundo. Corrí para coger el tren de medianoche. Tuve suerte, llegué a tiempo. Mientras viajaba, no pude evitar pensar en todo lo que había pasado aquella noche. Entonces, me di cuenta de lo que realmente quería el asesino. Fui un tonto por no haberme dado cuenta antes, lo sé, pero yo soy así, siempre. El asesino me había estado vigilando todo el tiempo al ver que yo llevaba la misma bolsa de bolos que él. Después de cometer el asesinato, me siguió hasta el bar donde, disimuladamente me intentaría dar el cambiazo con las bolsas. Para ello, me empezó a hablar de cosas sin sentido. Pretendía distraerme, y lo consiguió. Pero no contaba con que vendrían los policías a por él. O sí... Lo había preparado todo de manera que al correr hacía las vías, pareciera como si un tren le hubiera atropellado, pero estoy seguro de que no fue así. Bueno, al fin y al cabo, se había salido con la suya.
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